EL FANTASMA QUE CONMINA

Hernán Migoya

 

"-Te noto tenso.

-Soy muy mío."

Alex Magnum

 

1985.

Al norte, Mad Max, el guerrero de la carretera.

Al sur, Blade Runner y los replicantes con sentimientos humanos.

Al este, La naranja mecánica y sus drugos.

Al oeste, Los guerreros del Bronx, The Warriors, Curso 1984 y demás chusma de pandilleros pintarrajeados indeseables.

En el centro: Alex Magnum.

 

Mientras corrijo los textos de Abulí... qué digo, los textos de Abulí son incorregibles. En todos los sentidos. Los textos de Abulí me corrigen a mí. Corrigen los míos. Recomencemos:

 

Mientras releo las historietas de Alex Magnum, me siento dichoso de poder contribuir a la reedición completa de un héroe de mi adolescencia, mientras asisto estupefacto a la consolidación de Abulí como un héroe de mi madurez.

 

No conozco ningún guionista de cómic que escriba como Enrique Sánchez Abulí. Tan bien, me refiero. A nivel literal y a nivel figurado: no necesita subrayar nunca, todo está ahí, expresado y captado a la primera. Un guionista de cómic que no es un funcionario de la palabra... Casi ningún otro le llega, le llegamos, al taco de su bota.

 

Casi todos los episodios que conforman este volumen son redondos, brillantes, magistrales. Y al mismo tiempo, atroces, demoledores, lapidarios.

 

Lo poco que conozco a Abulí lo he empleado en intentar conocerle mejor. ¿De dónde procede su visión absolutamente escéptica de la condición humana? ¿Quizá de algún trauma personal?

 

Abulí me recuerda a mi propia madre. No es un símil gratuito. Mi madre es una mujer criada en la posguerra. Durante su niñez recibió muchas palizas: de su padre, de las monjas, de los parientes... perdió la consciencia varias veces. De resultas, mi madre mira a las personas con un miedo inherente, un miedo fundido con su propio cuerpo, asimilado.

 

Cuando hablo con Abulí, me causa la misma impresión. Lo mío es pura conjetura, claro, pura necesidad de proyección. Quizá no es miedo lo que Abulí siente hacia la Humanidad... es desconfianza. Una desconfianza profunda e inevitable.

 

En la entrevista que sigue en este mismo volumen, Abulí, en una de sus acotaciones geniales, la remata diciendo que "he perdido muchos trabajos por hacer chistes". Sus chistes son la coraza y el desagüe de su desconfianza, de su recelo, de sus nervios, de su incredulidad hacia la gente de buena fe.

 

A mí me pasa igual, supongo que es por eso que me identifico tanto con él: no creo en el ser humano. No creo que un político sea una persona que quiere ayudar a los demás; que la policía esté para servir y proteger; que alguien pueda ser tu amigo nada más conocerte; ni siquiera creo que una persona ajena tenga derecho a entrometerse en el sufrimiento de los demás o a arrogarse el poder de intervenir en su destino.

 

Creo que la gente es, somos basura. También más cosas, algunas hasta buenas, pero no suelen estar al inicio de la entrada "ser humano" en mi diccionario particular.

 

Por eso me gusta tanto Alex Magnum.

 

Alex Magnum es, pese a todo/s, un buen tipo. Hace lo que (más de lo que) haría cualquier persona con sentido común y sentimientos no necesariamente perversos: sobrevivir. Su límite está en el mismo lugar que el mío: no permite violaciones y sólo mata cuando cree que el matado lo merece. Intenta hacer el mínimo daño posible a los demás; intenta comprender a todo aquel que puede; intenta terminar el día sin demasiados daños personales... y hasta hace alarde de ciertos escrúpulos, lo que suele ganarle bastantes palizas inmerecidas. Incluso tiene la virtud de saber adaptarse, cosa que le convierte en una persona razonablemente tolerante y abierta: en un mundo así, ¡no se le puede pedir más al pobre hombre!

 

Como le dice al travesti Heleno: "Ya puestos, da igual por delante que por detrás".

 

Esta frase se me quedó pegada a la memoria cuando a los 14 o 15 años leí la historieta y siempre he pensado que ha sido el lema de mi vida.

 

Yo soy un fanático abulino, pero hay que dejar algo bien claro: lo primero que uno flipa de Alex Magnum es el fantástico diseño del personaje principal. Alex Magnum mola. Mola que te cagas.

 

Genies consiguió mezclar lo clásico con lo moderno: su prota es un The Phantom punkie. Tiene el mismo blanco y sombra de ojos que El Hombre Enmascarado (¿era ese blanco y esa sombra lo que nos atraía tanto del héroe de Falk cuando éramos niños o era su pullover rosa?), mezclado con un macarra ochentero listo para soltar hostias a diestro y siniestros. Es, imitando pobremente la genialidad verbal de Abulí -recuerden: antes que Sabina, fue Torpedo-, "el fantasma que conmina".

 

El dibujo de Genies también mola. Se lee como una peli de acción de su época, sólo faltan los filtros rosas en el cielo. Sinceramente, no los echo de menos. El blanco y negro de Genies funciona de puta madre para contarnos las historias de Alex Magnum.

 

Como dicen los yanquis, es un dibujo que "patea traseros". Como el propio Alex Magnum.

 

Este álbum es para personas que alguna vez en la vida han conocido una Destroy, o han sido el "chonny" de alguien. Que saben lo que es la vida, vamos, y que lo mejor que puede pasar de su imprevisibilidad es el salir vivo y (mejor no) contarlo.

 

Yo también echo de menos más historias hechas hoy de Alex Magnum. En un mundo perfecto, cada mes existiría una nueva entrega del mundo imperfecto de Alex Magnum.

 

Lo que demuestra que el mundo de Alex Magnum es absolutamente real.

 

PD. La última historia aquí incluida, "¡Oh, no!", es la única que no se corresponde a su verdadero orden cronológico de aparición original. Pero he pensado que merecía la pena incluirla en color y como colofón.

No digáis que no es perfecta...

Hernán Migoya es fan de Alex Magnum